semblanza de Juan Carlos Vázquez Calvo

La principal preocupación que tenía al realizar las prácticas de Magisterio era la de saber aplicar los principios teóricos aprendidos. Por otra parte, también me aceleraba el pulso el llevarlas a cabo en el Colegio Nacional "Ntra. Sra. de Linares", referente de mis ilusiones educativas, a cuyas aulas había mirado una y otra vez cuando bachiller con el íntimo deseo de entrar en ellas como maestro. Sin embargo, el primer contacto con la realidad escolar fue desolador, no encontraba vínculo alguno entre los postulados pedagógicos y su puesta en ejercicio. La sensación de haber planteado erróneamente mis estudios se acrecentaba y mi ansiada meta inalcanzable. Pero esa inquietud fue sosegada por el Director del Colegio, D. Rafael, que, sin apenas verme, había leído mis pensamientos. Así, a los pocos días y sin preámbulo alguno, me obsequió una preciosa disertación acerca de todo lo que yo me cuestionaba, sin ningún añadido, sin tocar otros aspectos, con una delicadeza extraordinaria y un tono paternal consolador. En unos minutos me había devuelto la esperanza, la ilusión, había trazado la senda que yo no acertaba a caminar.

Amigo desde la infancia de mi madre, conocía de antemano muchas de sus virtudes, de sus inquietudes literarias e intelectuales, por eso no me resultaba extraña la cercanía con la que trataba a los que empezábamos, ni tampoco sus sabias recomendaciones. Desde entonces he visto en él el verdadero significado del docente, en toda su dimensión y grandeza, el ejemplo a imitar. A pesar de la distancia, vivió como suya mi "metamorfosis" al dejar el Magisterio y pasar a Secundaria, sin que faltara la oportuna observación, el apunte imprescindible. A lo largo de más de treinta y cinco años de amistad tuve la satisfacción de agradecerle lo mucho que me enseñaba, el cariño que me profesaba, mutuo. Y también, más que nada, disfrutar de mi vida profesional como docente, cimentada por él. Gracias Rafael, gracias Maestro.

 

Cáceres, febrero de 2009